Diego Lacave
@DiegoLacave
El circuito de Brno no destaca por su recta de atrás sino por ser, en todo su conjunto, uno de los mejores escenarios del Mundial de los Grandes Premios desde hace décadas. Es un “Circuitazo” así, con mayúsculas. Y además muy seguro; cosa que me sirve para poder hablar, en esta recta de atrás de MotorLuNews, del tema que me parece más relevante tras el Gran Premio de la República Checa. Recuerdo que Brno estaba de moda para presentaciones de motos deportivas en la década de los noventa. Era una delicia volar a Viena, dormir en el Sacher y conducir un par de horas hasta aquel “bosque con un circuito dentro” al día siguiente. Eran otros tiempos…
Entonces, la seguridad era algo que importaba “de otra manera” a los que estábamos subidos todo el día encima de una moto o un coche de prensa; y los accidentes (morían más de cinco mil personas en España en carretera cada año) eran eso que les pasaba a otras personas. Poco después, en 2003 (un 20 de abril 12+1 años después de la canción de los Celtas Cortos) moría Daijiro Kato; casi medio mes agonizando tras el accidente que sufrió en Suzuka, donde se celebraba (hasta entonces) el Gran Premio de Japón. Y en 2004, se mató César Agüi (mi añorado director de La Moto) en una sesión de fotos con una Kawa. Su cuerpo, ya vegetal, aguantó cuatro días en un hospital de Madrid. Estos accidentes coincidieron con la época en la que en nuestro país empezaba a cambiar la percepción de las cosas, en este asunto. En poco tiempo la velocidad (en forma de fraude de ley: no se homologa cuánto corren los vehículos que se venden) y el alcohol (de manera insuficiente: 0 debería ser el límite) pasaron a convertirse en delito. Sigue leyendo: es verano, esto es importante y tú tienes tiempo de sobra.
A lo largo de algo más de un lustro, en esos felices primeros años del siglo XXI (en los que parecía que todos éramos ricos, o tontos si no conseguíamos serlo) MotoGP, con su rutilante popularidad de la difusión en la tele pública, vendía (con razón) los avances en seguridad de su campeonato. Después llegó la crisis y el año terrible de 2010: Tomizawa en Misano y Simoncelli en Sepang. España estaba en plena crisis, la reducción de accidentes en carretera era un éxito político de primera magnitud (aunque mucho tuvo que ver que la gente no movía su moto porque no tenía un céntimo para echarle gasolina) y de repente, los medios de comunicación pusieron el foco en las competiciones de motor; y especialmente en MotoGP.
Fue un punto de inflexión que terminó de hacer su camino sin retorno con la desgracia de Luis Salom en Montmeló, en 2016. Si lo pones en Google, verás cómo la primera búsqueda dice que murió en el helipuerto del hospital general de Catalunya y no en el propio circuito. Antes y después, han habido desgracias en otras competiciones de dos ruedas, incluso de “niños piloto” con toda la desgracia añadida que eso conlleva; pero ningún accidente grave en los deportes de motos atrae tanto foco mediático como los que se producen en MotoGP.
Vamos a la clave, Lacave: toda esta reflexión viene a cuento por lo sucedido este pasado domingo en Brno; a la sazón, el retraso en el comienzo de la carrera de MotoGP y la consiguiente polémica desatada en redes sociales. El rótulo de la pantalla decía que la salida se aplazaba por las condiciones de la pista; pero hay que matizar que fue porque los pilotos (y especialmente Valentino Rossi) reaccionaron inmediatamente después de la vuelta de formación de parrilla y hablaron con quien debían hacerlo y dejaron las cosas claras desde el primer momento. “Mi madre siempre me dijo que, si tenía algo importante que decir, fuera a lo más alto” escribí inmediatamente, acordándome de una cita de Groucho Marx. Eso mismo hizo Rossi con Ezpeleta y ardió Twitter con la imagen de ambos hablando de la cosa. Minutos después, supimos que toda la parrilla estaba de acuerdo desde el minuto uno. MotoGP no sólo está a la vanguardia en la realización de TV sino en cosas como esta: los protagonistas tienen voz y voto. Pueden equivocarse, pero al menos el error será suyo. Este domingo acertaron, por cierto; aunque el espectáculo se resintiera totalmente.
La reflexión más importante que quiero compartir este martes de entre guerras (léase GPs; y respira, que ya termino) es que la misma parroquia enfurecida que reclamaba el honor de los gladiadores del Circo Romano y se cagaba en todos los muertos de Valentino, de Carmelo y de Michelin por un retraso al que calificaban de ridículo, hubieran sido la misma masa tuitera que alimenta a los medios que solamente sacan una moto de carreras cuando hay un muerto; si finalmente se hubiera producido una desgracia, saliendo con esas condiciones de pista.
MotoGP es mirado con una lupa de gran aumento desde hace tiempo; y para siempre. No sé si de manera injusta o no; pero lo de la isla de Man sigue siendo como los toros: “si no te gusta no vayas, no lo veas” y se acaba el debate. Yo creo que son, igualmente, personas, los pilotos de las road races; pero el ruido mediático demuestra que no es lo mismo llamarte Michael Jackson que morir en la vuelta ciclista a Polonia, pongo por caso. MotoGP es la SúperBowl del motor y puede permitirse todas las polémicas del mundo, menos la de los accidentes. Por eso, cada vez son más cautos, aún sabiendo que no llegan a donde quisieran, a veces; y que nunca podrán conjurar del todo la amenaza. Porque nunca es suficiente.
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