Diego Lacave
@DiegoLacave
En esta semana de “entre guerras” de circuito, de regreso de Oceanía (Phillip Island) a Asia (Sepang) y de incertidumbre creciente sobre el futuro de Jorge Lorenzo, sigue coleando la estupenda historia que escribió Lucio López en pleno fragor de madrugada de este pasado Gran Premio de Australia. La sacudida ha provocado el desmentido o el silencio de alguno de sus protagonistas (luego me meto con esto) pero también el concurso de otros actores secundarios como Chechinello, propietario del LCR Team y vinculado a HRC desde hace muchos años.
Las palabras del “otro Lucio” en gpone.com son muy curiosas, porque apelan al honor del piloto en crisis; y le conmina a renunciar unilateralmente a cumplir con su contrato (hacer “un Zarco”) y no correr con Honda en 2020 si, en el próximo mes de noviembre, no le gusta la nueva moto que le traerán los ingenieros japoneses a los test de Cheste y Jerez. Chechinello remata su faena diciendo que no se quiere imaginar que Jorge esté dispuesto a hacer un año entero para acabar siempre el último. Se trata, en realidad, de un “encargo” más que sale de los mandos intermedios de HRC en MotoGP para terminar con una situación que empezó como “Dream Team” y se ha convertido en un “Reality” titulado “Pesadilla en los Garajes”.
Una clave de casi todo lo que pasa con Jorge Lorenzo en Honda tiene un nombre; y se llama Marc Márquez. Y no estoy hablando de lo evidente: es el líder natural del equipo, controla todo lo que los galones ganados a pulso le permiten y los ingenieros priorizan su criterio frente al del resto de pilotos. Esto es así. Pero hay más cosas: los jefes gordos en Japón saben lo mucho que dependen de él y son conscientes del riesgo de perder a Márquez en el medio o largo plazo. Nunca han llevado bien que el piloto brille más que su moto; y ahora se enfrentan a un “trágala” que pica como el aguardiente: Marc es el que gana (triplete en el horno) y Honda es lo de menos.
Todo esto significa que Nomura y los “capos japos” del Sol naciente tienen claro que deben trabajar en la línea que Lorenzo les ha propuesto, porque ha funcionado en otras fábricas y puede que la moto que salga de ese trabajo la necesiten muy pronto. Por el camino, y como pasa en todas las guerras, llegan los daños colaterales. Y los peones del box son la pieza más débil. Pero también hay eslabones dañados en esta cadena de despropósitos; gente presuntamente intocable como Takeo Yokoyama que puede recibir algún rasguño en un fuego cruzado que tiene muy poco de amigo.
No me olvido de Alberto Puig: el gran hacedor de este “Dream Team” que la prensa enseguida vendió a granel (todos culpables: me pongo el primero de la lista) está en un callejón sin salida. Por eso es el protagonista que más calla en esta historia; e incluso aguijoneado por algunas preguntas formuladas para saltar, se queda en el discurso que viene de Japón y no se le pilla en ningún renuncio.
Jorge Lorenzo está determinado a salir del suyo particular (más pozo que callejón) sabiendo que se siente respaldado por la gran cúpula de Honda: ahí tenemos a un preboste de la talla de Nomura que se para a hablar de Lorenzo en Motegi el fin de semana que Márquez les está regalando el título de marcas en su propia casa. Jorge sabe, además, que aún queda gente en el paddock, por ejemplo dos italianos (uno se llama Davide, el otro Gigi) que creen en sus capacidades como piloto. Quedar el último en Australia pesa menos cada hora que pasa; y ahora llega Sepang, donde puede intentar mejorar un poco. Da igual: a Lorenzo no le ha importado nunca lo que piensen los demás de él y lo va a seguir demostrando hasta final de temporada. Y hasta el final de su contrato.
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