Quería echarme una siesta para aguantar bien los rigores de la mal llamada gira asiática, pero no pude. Preparado para sufrir los rigores del sueño, me forcé a dormir una hora antes de que comenzasen los warm ups y clasificatorios que habían quedado pendientes el día anterior. Al fin y al cabo, mejor dormir una hora que no dormir nada ¿no? Sonó la alarma, avivé la cafetera y me planté frente a la pantalla para disfrutar de los 75 puntos que se reparten en el más bello de los circuitos del calendario.
Lúcido por la emoción de las motos en pista y la cafeína, me emocioné con la carrera de Lorenzo Dalla Porta. Había visto a ese chaval de talento concentrado proclamarse Campeón del Mundo Júnior de Moto3 en Valencia tres años antes, después de que se le incendiase la moto en la parrilla de salida. Recuerdo esperar junto a su padre en Portimao a que nos trajeran un scooter de alquiler para recorrer los viales del trazado portugués; yo en busca de fotos y él para observar a su cachorro. Ya saben, la historia de una familia que vuelca toda su ilusión en un sueño. En este caso, como casi nunca, se hizo realidad. Si lo presencias en primera persona y no te emocionas es que eres de cartón piedra.
Después llegó Moto2 y el espectáculo llegó de Sudáfrica. Esas deslizadas a la entrada de las curvas con la moto totalmente de lado… Con mi tocayo segundo, mi otro tocayo a las puertas del podio, Lecuona desmelenado y un Álex Márquez que sufría sabiendo sufrir sin arrojar la toalla por muy mal que viniesen dadas. Hay que ser muy maduro para aguantar carreras infames y exprimir hasta el último punto posible cuando se corre a contracorriente. Proclamarse Campeón del Mundo por segunda vez exige sacrificios. Solo los que lo asumen con sangre y cabeza frías saborean después las mieles del título.
La madrugada avanzaba impasible y mis recuerdos de aquella noche se pierden en una confusa neblina somnolienta. El espacio entre las carreras de Moto2 y MotoGP se difuminó hasta que el cansancio me venció y no sé en qué momento me quedé dormido. Entregado por fin a los brazos de Morfeo, empecé a imaginar cosas que solo son posibles en la fantasía de los sueños. Recuerdo que soñé que Valentino Rossi celebraba sus 400 Grandes Premios con una salida fulgurante en la que no solo adelantaba a todos sus rivales, sino que ya en la primera curva les había abierto distancia. Sueños locos en los que David adelanta a Goliath a lomos de una Aprilia y lidera, aunque sea unas curvas, una carrera de MotoGP.
Mis subconsciente seguía dándome aquello que tanto había echado de menos durante el año. Lo último que había visto despierto de la categoría era a Maverick Viñales que se llevaba la pole con más de medio segundo de ventaja sobre el siguiente. Por eso en mi imaginación el de Roses conseguía dominar en cabeza y se batía el cobre con autoridad frente a Márquez. Estaba siendo la carrera de mis sueños, la más emocionante que podía imaginar. Me faltaba Quartararo que tantas alegrías nos había dado durante el año, pero extrañamente, no lo encontraba. Algo no andaba bien, no conseguía ubicarlo en la pista y una sensación desagradable frustró mi fantasía.
Lo que había empezado como un sueño de rosas donde todo era posible se convertía súbitamente en una pesadilla. De repente la resurrección de Rossi ya no existía y las Aprilia ya no coqueteaban con el podio. Solo me quedaba una esperanza para volver a hacer de aquel un dulce sueño. Todavía podía volver a ser la carrera soñada si conseguía sacarme la gran espina clavada de la temporada. Desesperado busqué a Lorenzo y se confirmaron mis peores augurios. Los monstruos de mis peores pesadillas me habían robado el edén de Morfeo.
Me di cuenta de que había despertado a punto de terminar la carrera. Un rápido vistazo me devolvió a la realidad de la temporada 2019. Márquez ganaba sin rival. Viñales demostraba que si, pero al final no. Divizioso que fue rival, pero ya no lo es. Aprilia que de donde no hay no se puede sacar y Álex Rins, al contrario, que de donde hay aunque sea a raudales no siempre se puede sacar. Mir confirmó que se puede hacer debutar de diez sin hacer ruido y Rossi que si no fue en Phillip Island será muy difícil que pueda volver a suceder. Los sueños, sueños son. Solo duran hasta que despiertas.