Diego Lacave
@DiegoLacave
El esperpento sufrido por MotoGP el pasado fin de semana en el circuito de Silverstone nos deja una lista interminable de despropósitos que nunca debieron suceder y malas decisiones (menos una: no correr) que nunca se debieron tomar. Y como ya es martes, esta vez “post No-GP”, yo vengo a esta recta de atrás (que sí que tiene, buen drenaje) a empezar por la última de todas: las innecesarias disculpas de algunos pilotos en las redes sociales por algo que hicieron bien, cuando el resto de los que estaban involucrados en la faena, habían hecho y estaban haciendo, las cosas, muy mal.
“Excusatio non petita, accusatio manifiesta” vomitaban, en plena Edad Media, los “Torquemadas” de La Santa Inquisición cuando sus víctimas, desorientadas y presas del pánico a la hoguera, daban más explicaciones de la cuenta. Y eso es lo que han hecho, con la palabra “sorry” por delante, algunos de los emblemas de este campeonato. Hablando de este tema con “mi señorito” del “Cortijo MotorLu” saltaba de nuevo otra lista (¡una más, qué plaga!) de las posibles motivaciones para hacerlo. Lucio López me decía: “me ha parecido que lo hacen por tres razones, la primera que realmente lo sienten, la segunda el “marketing personal” y la tercera que se lo ha pedido Dorna”.
Vuelvo a empezar por el final, como aún hago cuando estoy en Cádiz; único lugar en el que sigo leyendo un periódico de papel, por supuesto, de atrás hacia delante. No se lo han pedido “formalmente” pero sí parece haber habido un consenso generalizado entre Dorna y algunos pilotos. Por lo que respecta a las otras dos, no quiero entretenerme demasiado en juicios de intenciones mercantiles: doy por supuesto que lo sienten. Pero vamos con eso del “marketing” o como yo lo llamo, los boomerangs del exceso de comunicación, hoy en día.
El problema reside en el debate abierto sobre si deberían haber corrido en esas circunstancias. Y no es la opinión de cuatro descerebrados de twitter. Fue la intención de al menos tres pilotos (hubo, además, un tal Rossi callado; y mudo sigue) y ha sido y sigue siendo la madre de todas las batallas en las redes sociales. Yo tengo muy clara mi opinión y no se mueve un centímetro desde el sábado por la tarde: el cambio de horario del domingo fue un mal parche; y ya en ese momento debió aplazarse las carreras al lunes. Y los que quisieran irse que sacaran sus camiones del circuito. El sainete del domingo, con millones de personas en todo el mundo viendo cómo otros miles estaban horas y horas esperando a que dejara de llover en un circuito de… Inglaterra; cuando las previsiones estaban diciendo que hasta las siete no paraba (y a las siete paró) y desde el sábado se sabía que el lunes, para colmo festivo, haría bueno (y el sol lució)… Eso fue, parroquia, lo que hizo daño a la imagen de MotoGP. Y una vez que todo ese daño estaba hecho, la cancelación la considero como una decisión más allá de acertada, inexorable.
Mi criterio es así, meridiano. MotoGP no es el TT, la NW ni las viejas épocas de los “dos tiempos tabaqueros”. En la Isla de Man hay un letrero en el muelle donde los visitantes pueden leer, antes de desembarcar: “Aquí tenemos nuestras propias normas. Si no le gustan sale un barco cada 20 minutos”. Por el contrario, MotoGP es el foco de toda la atención cuando se produce un hecho luctuoso. El mundial de los Grandes Premios ha derivado en el gran espectáculo planetario (y no isleño) que es, hoy en día, entre otras cosas, porque ha sabido evolucionar. Para mí, para bien; casi en todos los sentidos.
Pero, desde algún rincón de mi vieja alma de pureta, entiendo y, desde luego, no descalifico a quienes añoran aquellos buenos viejos tiempos y llevan siempre enfundada esa camiseta que lucía hace diez años en Jerez un veterano periodista italiano; y que rezaba así: “odio eterno al motociclismo moderno”. No puedo estar de acuerdo con ellos pero ni siquiera entro a discutir del tema, con ninguno. Ahí radica el error, por parte de algunos pilotos, de pedir perdón por algo que no es culpa suya. Porque, en el marasmo de la confusión del lenguaje de las redes, lo que trasciende es que se están disculpando por haber tomado (y “ayudado” a tomar) la decisión más adecuada, cuando la situación había degenerado ya, hacia el escenario más inadecuado posible. Y ahora, los aficionados que les critican se ceban en esos “sorry” mientras que los que, incluso celebramos que no se corriera, nos quedamos con cara de tontos y un pensamiento en el aire: pues vale, pero gracias por nada.