Diego Lacave
@DiegoLacave
De sobra sabes que soy un ventajista. Que cuando escribo que no te fíes de nadie y que empieces por no fiarte de mí, estoy hablando en serio; pero a la vez muero por llevarte a mi huerto de ideas destartaladas y desnudarme contigo en una recta de atrás de MotorLuNews. Por este oportunismo crónico vengo “entre carreras” a hablar de los mismos de siempre haciendo lo mismo de toda la vida: pelearse por quién la tiene más grande, la soberbia. Para un analista (por pureta) de la cosa, que lleva eso del ego dentro de su propio nombre, la tarea no es solamente sencilla, sino gratificante. Y no te ofendas antes de tiempo: en el fondo de mi oscuro corazón, quiero que disfrutes conmigo.
Hace más de un año ya escribí en este oasis en forma de web un alegato titulado algo así como “Lo que Marc y Valentino os deben” y ya entonces me declaraba culpable porque “…llevamos años rindiendo una exagerada pleitesía a estos dos iconos del motociclismo; hablando incluso de lo mucho que les debemos a ambos en nuestro trabajo. Y puede que sea cierto…” Hoy vuelvo a confesarme: es verdad que Rossi y Márquez “dan de comer” a la prensa. Pero por algo muy sencillo: porque sus cuitas extradeportivas también “alimentan” los ávidos corazones de unos aficionados huérfanos de la grandeza de los héroes de antaño. Y de los mismos héroes, antaño. También.
Llevo un tiempo teniéndote ganas. Necesitaba el momento y la excusa para decirte que estamos en el mismo barco, Rossi, Márquez, tú y yo; navegando hacia ninguna parte, viviendo en el futuro permanente (la próxima carrera) y con un pasado adictivo; en esa huida miserable (que pagaremos con la misma vida) del placer de disfrutar del presente. Nuestra embarcación compartida, por cierto, no tiene nada de Nao legendaria ni de yate lujoso. Es una flotilla de pateras conocida en el océano de la saturación informativa como redes sociales, donde el paquebote que más naufragios provoca se llama WhataApp. Aunque el ruido venga de una vieja fragata bautizada Facebook; o de un portaaviones lleno de pilotos que no saben volar y luce un letrero donde se lee Twitter bajo su puente de mando.
El refranero español está lleno de ejemplos (todos censurables en la dictadura de la corrección rampante) para ilustrar la cuestión: nada de culpables; pero todos responsables. Y ahora que estás en mis redes, como dibujó el Roto con un montón de peces dentro, no tengo más que izarlas: hablemos de Marc, hablemos de Valentino. Mi tuit de “dile a tu orgullo que el mío le manda recuerdos” del pasado sábado es el titular de este ensayo filosófico (osadía imperdonable) porque ésa es, exactamente, la situación en la que estamos. Estancados o encantados, reflexiona. Y decide.
Márquez seguirá sumando títulos (o no) al octavo que ya tiene el saco. Rossi seguirá renovando contratos (o no) después de cumplir con el que aún tiene vigente. Da igual. Ambos están en un nivel emocional de rencor tan elevado que solamente puede encontrarse, en los hemisferios del cerebro humano, un estado con un potencial semejante: el del amor… verdadero, vendería Disney. He soñado con la tontería de la Q2 mil veces. Y siempre se me aparecía la imagen de un tercero (elige el que sea) involucrado en aquel lance de la curva catorce. La misma historia pero con un invitado aleatorio. Inmediatamente, veía a Marc y Valentino sacarle de pista, y rajar contra él fuera de ella, como diciendo: “este es mi íntimo enemigo, búscate otro”. Soñar y leerme en MotorLuNews es gratis, por ahora…
Termino con la foto: una imagen miente más que mil palabras. ¿Queréis que interprete la escena? Pues me quedo con el comisario de pista que, de espaldas al mito que ha hecho de la derrota la mejor de las victorias posibles, rinde pleitesía al que ha conquistado la única que queda en los libros: ganar un Gran Premio de MotoGP. Lo demás es literatura, menos un par de cosas: la rabiosa sinceridad de Marc Márquez, después de haber mentido tanto sobre sus sentimientos; y la impertinencia de Valentino Rossi también mintiendo sobre su motivación, cuando es evidente que esta rivalidad le da fuerzas para seguir en activo.
Hace treinta años no hubiera tardado ni cinco minutos en decidir un titular tan manido como patriótico (“Furia Española”) para la crónica del pasado Gran Premio de San Marino, con esta foto, por supuesto. Pero ahora me sigo quedando con la frase del orgullo (con G de genios: Marc y Valentino) porque alimenta mi ego y sujeta mi argumento: estos dos se odian tanto que el día menos pensado van a morir de amor.
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ya se hace cansino leerte siempre la tonteria de no te fies de nadie y blablabla, en cuanto te leo eso dejo de leer lo que queda del artículo, así que imagina hasta donde he llegado