Diego Lacave
@DiegoLacave
Marc Márquez habló en Austin, pero no solamente en la pista. Contestó sin complejos a Valentino Rossi (“todos hemos aprendido de ti”) en la Comisión de Seguridad de Pilotos del viernes, mandó el recado que quería a las instituciones de MotoGP (“a partir de ahora van a tener mucha faena…”) tras su sanción del sábado; y reconoció la rabia que le había llevado a ganar arrasando (“honestamente tenía especial motivación”) el domingo. Y lo hizo por una razón que voy a intentar explicar en esta “recta de atrás” post GP de las Américas. Espero que acabe más limpia que la del circuito de Austin.
Ya lo he contado muchas veces, repito: los grandes campeones del motociclismo han llegado, a lo largo de la historia, a la Categoría Reina a aprender, el primer año, para triunfar después. Marc Márquez llegó y ganó, dos años seguidos. Y a partir de 2015 le tocó empezar a aprender. Hasta entonces, había enamorado a casi todo el mundo, empezando por su socio italiano en la venta de su “merchandising”. También había tenido sus más y sus menos con “gallos” de la parrilla como Lorenzo o Pedrosa. Desde su retiro prematuro, Casey Stoner le mandaba mensajes: “vas a ganar igualmente, no tienes necesidad de correr así…” Y los que mandan en MotoGP ya le miraban con lupa (y recelo) desde hacía mucho tiempo.
El de Cervera traía este ADN caníbal desde las categorías inferiores, pero la épica de Estoril en 125 y la locura de su última carrera de Moto2 en Valencia borraban (aún) las (mínimas) voces que se atrevían a levantar la voz criticando a Márquez, por ejemplo, cuando la polémica le perseguía tras lances de carrera como el de Pol Espargaró en Montmeló. Incluso Carmelo Ezpeleta bromeaba, tras la victoria bestial (también por los codazos) de Marc en Cheste, en 2012, sobre el castigo que le había hecho salir último de parrilla, diciendo que “la próxima vez le haremos salir desde el box”. Ojo, parroquia: vuelvo a declararme culpable. Yo también rendía pleitesía incondicional, entonces como casi todos, a la “gran esperanza”, el “mirlo blanco” del futuro de MotoGP. E incluso he defendido el pasado jueves que tampoco es justo hacer ahora una causa general “anti-Márquez” cuando, la inmensa mayoría de sus genialidades en pista cumplen con el espíritu clásico de “Pure Racing” de los deportes de motor. Sí, he escrito la mayoría. Sigo.
Márquez empezó a recibir serias reprimendas a sus ambiciones en el verano de 2014. Casi nadie se acuerda de esto, porque pasó de puntillas, pero, con las primeras diez carreras del año ganadas a placer, a Marc (que siempre se fija en los hitos de los más grandes de este deporte, y hace bien) se le ocurrió la machada de emular a los “viejos rockeros” corriendo en dos categorías al tiempo. De enamorar, había pasado a asustar a IRTA primero; para tocar las narices a Dorna y la FIM, después. Después llegó 2015… seré breve: se lavaron las manos en Termas, defendieron a Rossi en Assen; y le cayó una bronca de tomo y lomo, en Sepang. Y algo se rompió para siempre.
Desde entonces, los caminos de Marc Márquez y los que deciden en MotoGP van por derroteros diferentes. El final espectacular de 2017 pareció maquillar las cosas pero este año la brecha ha vuelto a abrirse. Ya hubo “recados” en pretemporada. En público, Marc declaró que le preocupaba el descenso de audiencia de los grandes premios porque no podían verse en abierto (“eso lo digo claramente”) y en privado, el entorno del piloto colocaba el mensaje de que Dorna debía hacer algo para evitar que la edad de oro de Marc Márquez en MotoGP se diluya hasta el punto de que en España la gente se olvide de las motos.
En la reunión de pilotos del pasado viernes, Márquez buscó sus aliados. Zarco fue uno de ellos; y al de Cervera no le tembló el pulso defendiendo al de Cannes, sabiendo que hurgaba en la herida (recién operada) de su compañero de Castellar. Pedrosa sabe lo que significa que HRC no presentase a Dirección de Carrera ni la más mínima queja tras el trance que le llevó a romperse la mano en Termas. Dani fue el que, de verdad de la buena, sí que habló en la pista de Austin; de la misma manera que sabe que le toca hacer lo mismo, pero ganando, en Jerez; para darle fuerza a las voces de Repsol que siguen apostando por su renovación.
Por su parte, con su cuerpo y su alma de titanio, y aunque presumamos ver algún atisbo de tristeza en el fondo de esos hermosos (y casi llorosos) ojos jalonados de ojeras, Marc Márquez seguirá queriendo vencer a todo el mundo que se le ponga por delante, ya sea en la pista (y este año, cuanto más arrase, digo aburra, mejor) como fuera de ella. Sabe que tiene que luchar “CONTRA (medio) MUNDUM”. Y hay una cosa de lo que estoy absolutamente seguro: lo hará (luchar, digo). Y con la mejor de sus sonrisas.