Marc Márquez: De campeón a rookie, de rookie a maestro

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Mucho han cambiado las cosas desde que Marc Márquez fue campeón por segunda vez. Honda ha seguido evolucionando su moto por un camino erróneo, en donde han repetido los problemas de entrega de potencia para dificultar el trabajo de sus pilotos. Michelin ha entrado en escena sin haberse aprendido cuáles debían ser sus actuaciones, cambiando el guión sobre la marcha y obligando a los demás actores a modificar también su discurso. También ha habido un importante cambio en los equipos de cara a las alineaciones de 2017, con el conocido salto de Lorenzo a Ducati, que llevó a Viñales a Yamaha y que a su vez hizo que Iannone pasase a Suzuki, empujando a Aleix Espargaró a Aprilia.

También ha habido más cambios, en las motos, con la proliferación de los alerones hasta tal punto que se prohibirán a partir de la próxima temporada. El motivo es el de la seguridad, tan discutida en los últimos tiempos. O la ya olvidada adaptación de los equipos y pilotos a la nueva electrónica Magneti Marelli genérica que suministra Dorna.

El caso es que con todas estas cuestiones sobre el tapete del campeonato es fácil perder la visión global, el objetivo final, y que ese intrincado ramaje no permiten al observador ver el bosque que hay detrás y que es lo que en realidad importa.

Muchos están preocupados en pelearse con sus problemas, sean de la naturaleza que sea todos tienen que luchar contra sus propios demonios. Por ejemplo Dani Pedrosa tiene tantos frentes abiertos que no le es posible levantar la mirada para ver más allá de lo que tiene que manejar, pero en su caso es normal porque la moto no le deja pilotar. Pero el caso es que está enredado en las ramas de las que antes hablábamos. De esos problemas tampoco se libra Andrea Dovizioso, que está siempre preocupado en la búsqueda del equilibrio que le permita llegar al final de la carrera con la posibilidad de seguir pilotando como si estuviese en el primer tercio del GP; o los demonios de Andrea Iannone, que directamente le han poseído y que no le permiten otra cosa que comportarse en pista como un quinceañero despechado que arremete contra todo. El flamante fichaje de Suzuki no sería capaz de ver el bosque aunque se lo pusieran delante de la mirada.

Entre tanto Viñales está en una sala de espera virtual, en la que ha decidido que no quiere ver nada que no sea la puerta de acceso al año que viene. Problemas de una u otra índole no le permiten hacer un resultado acorde con las primeras carreras del año, en donde tomaba riesgos para estar delante. Parece claro que lo que está haciendo es asegurarse el llegar a Yamaha al 100% de forma física. Y el que será su compañero de equipo, Valentino Rossi, está muy preocupado con tener velocidad y sentirse competitivo cada carrera.

“Il dottore” ha tratado de cambiar el enfoque de la pasada temporada, en que trató de hacer cálculos, manejar resultados, gestionar la diferencia de puntos hasta que se desquició en el post carrera de Phillip Island. Ese nuevo enfoque de Rossi se está convirtiendo en su gran problema, de nuevo el piloto se centra en el detalle de la pintura en lugar de ver todo el cuadro, y eso es algo extraño cuando se habla del piloto con más títulos y más experiencia del campeonato.

Jorge Lorenzo es un caso a parte. No está junto a Márquez en la tabla general del campeonato por haber sido arrollado en Montmeló, habría conseguido entre 10 y 13 puntos que le tendrían por debajo de los 15 puntos de distancia con el actual líder. Quizá sea quien más cerca esté de poder discutir el título a un piloto evolucionado: Marc Márquez.

Cada año hablamos de las evoluciones técnicas de la moto, de los cambios de reglamento, o hablamos casi de una carrera para otra del cambio que han sufrido los neumáticos o las versiones del software que controla la centralita única. Incluso se habla, en pocas ocasiones, de que tal o cual piloto han modificado un poco su estilo de conducción para poder extraer un mejor rendimiento de la moto que los ingenieros te han dado. En este caso lo más destacable de la temporada es la evolución en el planteamiento del propio Marc.

Ya explicamos en un artículo anterior que Marc había tenido que, a la fuerza, aprender las cosas que se aprenden de rookie después de haber sido dos veces campeón. Y ahí es en donde se puede ver cuándo un deportista es un ganador, y cuándo es un campeón: cuando demuestra que ha entendido por qué no ha conseguido su objetivo.

Es el único piloto que ha puntuado en todas las carreras, incluso después de haber caído en Le Mans levantó la moto para terminar sumando tres puntos. Esos tres puntos son más que los ‘ceros’ que han cosechado sus rivales de Yamaha por el título. Y eso se debe a que ha transformado aquella angustia por ganar carreras en la ambición de ganar el campeonato, ha aprendido a distinguir cuál es el verdadero objetivo y cuáles son las distracciones

Sabe que tiene una moto que no le gusta, que no puede llevarla como él querría, pero que es la testaruda realidad y que debe adaptarse a lo que le ofrece si quiere conseguir la victoria final. De su famoso “o ganar o a la grava” Marc ha progresado a saber que tiene que sacar el máximo de cada situación, aunque no sea la victoria del GP. Como se demostró en Assen, y de la misma manera que una carrera no se gana en la primera curva, una victoria no te da un campeonato pero un error como el que cometió Rossi puede comprometer tus aspiraciones a coronarte. El italiano tiene ya tres ceros y, aunque no es imposible, pone muy cuesta arriba el recuperar 42 puntos.

Este año Márquez se ha calzado las botas de un veterano y ha ido eliminando rivales, hasta el punto que el único rival probable parece un Lorenzo que está a casi una carrera de distancia.

@MotorluNews

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